Cualquier cosa menos perdonar

Todos hemos tenido problemas en nuestra vida, situaciones que nos han hecho daño y personas que nos han ofendido. En estas situaciones siempre nos preguntamos si perdonamos a esas personas o no lo hacemos. Incluso si consultamos con nuestros familiares y amigos puede que la respuesta sea negativa: “¿después de lo que te ha hecho lo vas a perdonar? Cualquier cosa menos el perdón”

Si decidimos no perdonar podemos y, de hecho es lo que sucede, quedarnos perdidos en la rabia, en el rencor, en la culpa y en la venganza. Nos quedamos atascados en esa antigua cólera que vamos arrastrando como un lastre durante mucho tiempo. A veces nos acompaña durante toda la vida y, a la vez que se mantiene, se va haciendo cada vez más y más pesada, hasta tal punto que nos impide relacionarnos con los demás como nos gustaría. Nos volvemos más cínicos, más tristes, nos mantenemos tensos constantemente para poder soportar esa idea de no perdonar. Pero en el fondo, sabemos que la única solución para seguir adelante es perdonar, que lo único que nos librará del lastre que nos impide avanzar es el perdón.

Son los roces del pasado los que nos impiden estar en el presente, en el ahora, en vivir el momento. Es el camino del perdón el que nos liberará de todas esas ataduras. Muchas personas se pierden en la rabia, en el rencor, en la culpa y en la vergüenza lo que les provoca un estancamiento emocional que no les permite desarrollarse de una forma positiva.

El perdón es una señal de curación a la vez que la llave para alcanzarla. Pero no es un hecho puntual que se de en un momento determinado y en unas circunstancias concretas. El perdón no es un conjunto de comportamientos. No, el perdón es una actitud. Una forma de enfrentarse al problema para alcanzar una solución. No es una situación de todo o nada, requiere tiempo y maduración.

Podemos ir perdonando poco a poco y comprobando cómo cambian nuestras emociones y sentimientos, cómo nos encontramos ante el mundo.

Perdonar es una opción que podemos escoger que nos liberará además de ser, de sentirnos víctimas, la víctima de una burla, de una ofensa… Escogemos perdonar y volvemos a nuestro auténtico ser.

Pero perdonar no significa justificar comportamientos inaceptables o abusivos. Juan Pablo II perdonó a la persona que intentó matarle pero en ningún momento justificó el hecho o pidió su excarcelación.

Para poder perdonar lo primero que tenemos que hacer es contar nuestra verdad. Esa que está llena de rabia, de indignación, de daños provocados, de pena, de sentimientos de venganza provocados. Es una verdad difícil de aceptar, pero es nuestra auténtica verdad y es la que necesitemos sacar para comenzar a perdonar.

Así que, ¿estamos dispuestos a reconocer esa verdad que nos ha hecho tanto daño? Cuando seamos capaces habremos dado el primer paso para cambiar nuestra idea sobre el perdón.

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